por el difunto Wally Farrell, Especialista Certificado en Derecho Penal, condados de San Bernardino y Riverside, California. Publicado originalmente en 2004 y reimpreso con permiso de la revista Crime, Justice and America.
El habeas corpus (más o menos, "debes tener el cuerpo") ha sido una piedra angular de la jurisprudencia angloamericana durante muchos siglos, desde 1215: Los abusos del rey Juan llevaron a los nobles a obligarle a firmar la Carta Magna, o Gran Carta, por la que se reconocían los derechos de los ingleses.
Las partes se reunieron en un lugar llamado Runnymede, junto al río Támesis, para la histórica firma. La Carta Magna estableció el principio de que nadie, incluido el Rey, estaba por encima de la ley. Las raíces del habeas corpus se encuentran en el artículo 39, que establece que ningún hombre libre podía ser encarcelado salvo por el juicio de sus iguales.
El hábeas corpus es el recurso de última instancia para un ciudadano detenido injustamente por el gobierno. En pocas palabras, la orden judicial es un mandato dirigido a un funcionario de prisiones por el que se ordena que un recluso comparezca ante un tribunal para determinar si ha sido encarcelado legalmente o no.
Dado que fue uno de los primeros dispositivos concebidos para garantizar un trato justo, revisar los motivos de encarcelamiento y preservar la libertad individual, pasó a conocerse como el Gran Auto de Libertad. El auto judicial cobró importancia como reacción a las operaciones del Tribunal de la Cámara de las Estrellas durante los siglos XVI y XVII en Inglaterra.
El Tribunal de la Cámara de las Estrellas tomó su nombre de un dibujo de estrellas pintado en el techo sobre los jueces. La Cámara de las Estrellas se hizo muy poderosa -y mortífera- durante los reinados de Enrique VIII y de los reyes y reinas Tudor y Estuardo que le sucedieron. Con el tiempo, la Cámara de las Estrellas se convirtió en un arma contra la disidencia política y religiosa. Los castigos iban desde la flagelación y el cepo hasta la cadena perpetua.
El Parlamento inglés abolió la Cámara de las Estrellas en 1641, y en 1679 aprobó la ley de Habeas Corpus. Este estatuto se convirtió en un poderoso instrumento para la protección de la libertad y contenía severas penas para los jueces que se negaran a expedir los autos y para los carceleros que no presentaran a los prisioneros en el plazo de tres días.
Más tarde, la orden judicial fue uno de los muchos contenciosos que fomentaron la Guerra de la Independencia en las colonias americanas. Los Gobernadores Reales y sus jueces elegidos a dedo se esforzaron por sofocar la disidencia y controlar a los colonos negándose a expedir mandamientos de habeas corpus. La orden judicial era tan importante para los colonos rebeldes que se incorporó al Artículo I, Sección 9 de la Constitución, que declara que:
"el privilegio del Auto de Habeas Corpus no será suspendido a menos que en Casos de Rebelión o Invasión la Seguridad Pública lo requiera".
El único presidente estadounidense que suspendió el habeas corpus fue, curiosamente, Abraham Lincoln, el Gran Emancipador, durante la Guerra entre los Estados. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos consideró que la suspensión era inconstitucional.